En el siglo
VIII de nuestra, en el Imperio Bizantino, surgió un combate ideológico sobre
las imágenes que tuvo hondas repercusiones en Europa al dividir en dos bandos
la actitud de las autoridades y la población frente a las imágenes religiosas:
por un lado estaban los iconólatras quienes adoraban y defendían la
presencia de imágenes en los lugares de culto y, por el otro, los iconoclastas
quienes las condenaban y proscribían. En el siglo XVI se da un
resurgimiento del mismo enfrentamiento pero con nuevos protagonistas
ideológicos: la Reforma Protestante y la Contrarreforma Católica. Ambas partes,
a semejanza de lo que ocurrió en Bizancio, adoptaron posiciones radicalmente
contrarias: la austeridad luterana se opuso a la presencia de imágenes
religiosas en las iglesias prohibiendo su uso como objetos de culto, mientras
que la Iglesia Católica, por el contrario, fomentó su presencia, utilización y
reproducción, contribuyendo con esta actitud a la profusión de imágenes que se gestó
en el período Barroco. Esta última tendencia política fue la que primó en la
conquista de América:
Por razones espirituales (los imperativos de la evangelización), lingüísticos (los obstáculos de la gran cantidad de lenguas indígenas), técnicas (la difusión de la imprenta y el impulso del grabado), la imagen ejerció en el siglo XVI un rol importante en el descubrimiento, la conquista y la colonización del Nuevo Mundo. Porque la imagen se constituyó, junto con la escritura, en uno de los principales instrumentos de la cultura europea, la gigantesca empresa de occidentalización que se implementó en el continente americano asumió -por lo menos en parte- la forma de una guerra de imágenes que se perpetuó durante siglos y nada indica que haya terminado hoy en día.[1]
Una guerra de
imágenes que ha revelado la existencia de dos actitudes radicales frente a
ellas, y que en cierta forma guarda semejanza con la diferencia de funciones
existentes entre nuestros dos hemisferios cerebrales, tal como lo planteamos a
continuación, al tener en cuenta que el cerebro se encuentra dividido en dos
hemisferios, cada uno de ellos funcionando de manera diferente aunque
complementaria:
- El hemisferio izquierdo es consciente y realiza todas las funciones que requieren el pensamiento analítico, su modo de operación es digital, lineal, sucesivo y secuencial en el tiempo, en el sentido que va paso a paso; recibe la información dato a dato y la procesa basándose en procesos lógicos y deductivos. Su modo de pensar le permite conocer una parte a la vez, no todas, ni el todo. Es predominantemente simbólico, abstracto y proposicional en sus funciones, poseyendo una especialización y un control casi completo del habla, de la escritura, la aritmética y el cálculo, junto con las capacidades verbales e ideativas semánticas, sintácticas, lógicas y numéricas.
- El hemisferio derecho, por el contrario, es predominantemente inconsciente sintético y realiza operaciones simultáneas. Su modo de operación es holístico intuitivo y compara esquemas en forma no verbal analógica, metafórica, alegórica e integral. Su estilo de proceder se caracteriza porque opera en ton holista, compleja, no lineal, tácita, simultánea, asociativa y no causal. Esto le permite orientarse en el espacio y lo habilita para el pensamiento y la apreciación de formas espaciales, el reconocimiento de rostros, formas visuales e imágenes táctiles y, en general todo lo que requiere de un pensamiento visual, imaginación o que está ligado a la apreciación artística.[2]
DIFERENCIAS
DE FUNCIONES ENTRE LOS DOS HEMISFERIOS CEREBRALES
HEMISFERIO IZQUIERDO
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HEMISFERIO DERECHO
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Está
especializado en la traducción de las percepciones a representaciones
lógicas, semánticas y fonéticas.
La
comunicación con la realidad se basa en la información lógico-analítica.
Funciona
de manera efectiva con todo aquello que se relaciona con el lenguaje (la
gramática, la sintaxis, la semántica) y con el pensamiento estructurado
basado en estos procesos: la lectura, la escritura, el cálculo y en general
todo lo relativo a la comunicación digital.
Tiende
a interpretar los pequeños detalles. Se dice que es el hemisferio verbal.
Se
trata de un hemisferio analítico. Tiende a no ver el bosque, porque se lo tapan
los árboles.
De
acuerdo con una perspectiva psicoanalítica sería el encargado de los procesos
conscientes, con la definición de los procesos secundarios.
Las
lesiones en este campo se traducen en fenómenos de deficiencia en la
escritura, el cálculo y la capacidad silogística.
Una
persona que presente una lesión en este hemisferio podría, por ejemplo,
cantar el texto de una canción, pero no podría emplear aisladamente cada una
de las palabras en sí mismas, es decir, fuera de contexto.
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Se
encarga de la comprensión unitaria de conjuntos complejos, configuraciones y
estructuras (está emparentado con la esencia de la holografía).Este
hemisferio es el que permite la percepción de una figura desde los más
diversos puntos de vista.
Consigue
comprender la totalidad basándose en una de sus partes, incluso de una parte
muy mínima. (Se trata de una capacidad basada en el principio del
reconocimiento de una totalidad a partir de un pequeño detalle esencial.
Es
atemporal y no verbal, se le conoce como el hemisferio "mudo" o no
dominante.
Igualmente
le incumbe la construcción de los conjuntos (clases) lógicos y de las
formaciones conceptuales que de ahí se derivan. Sin esta capacidad, sería muy
difícil agrupar en conjuntos lógicos y ordenar en conceptos la caleidoscópica
pluralidad y diversidad del mundo, sería imposible la existencia, tanto
animal como humana.
Se
trata de un hemisferio atemporal. Sus asociaciones son no lineales.
Posee
capacidades cognoscitivas elevadas y supera al izquierdo en la concepción de
las dimensiones espaciales.
Posee
una imagen del mundo más o menos cerrada.
Predomina
básicamente la imagen, la analogía, y por ello, también la evocación de
imágenes por medio del recuerdo y sus correspondientes sensaciones.
Las
lesiones en este hemisferio producen perturbaciones en las concepciones de
las imágenes y del espacio y en la percepción general de las figuras, queda
muy disminuida y hasta desaparece del todo la capacidad de síntesis y de
integración.
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No hay que
considerar, sin embargo, que se da una alternancia excluyente entre estas dos
formas de actividad mental, porque se trata más bien de una alternancia
sistemática y continua: la mente consciente que actúa sólo sobre el
hemisferio izquierdo, puede tener acceso indirecto a toda la información inconsciente
que le interesa del hemisferio derecho. La complementariedad entre ambos hemisferios
puede llegar a ser tan notoria, que en los casos de atrofia congénita de un
hemisferio, el otro trata de realizar el trabajo de los dos, o al cortar el
cuerpo calloso en una cirugía (impidiendo con ello, el paso de información de
uno a otro), cada hemisferio opera de manera independiente como si fuera un
cerebro completo -aunque de manera menos eficaz que cuando realiza sus propias
funciones específicas.
Algunos
estudios han comprobado que la velocidad del procesamiento de la información
del sistema nervioso no consciente es vertiginoso: de 1 a 10 millones de bits
por segundo. Pero eso mismo es lo que no tenemos en cuenta cuando creemos en el
realismo ingenuo y consideramos que nuestras observaciones dan cuenta de una
realidad pura, objetiva, no contaminada, sin considerar que toda observación
implica de antemano una interpretación por encontrarse inserta en unos marcos
de referencia, en unos contextos previos que le dan sentido y se constituyen en
mediaciones necesarias de lo conocido, dado que en toda observación preexisten
unos factores estructurantes del pensamiento, una realidad mental fundante o
constituyente, un transfondo, un horizonte previo, en los cuales se inserta
dándole sentido. Toda realidad que aprehendemos es una realidad ya
interpretada, y todo esfuerzo de conocimiento es una interpretación de una
interpretación.[4]
El siguiente
ejemplo del cubo de Necker puede ser muy ilustrativo de lo que acabamos de
plantear. Observe este cubo de distintas maneras, es decir, tratando de
identificar lo que ve y la manera cómo lo ve.
Se supone que
la retina de todos nosotros ha sido afectada de la misma manera, pero, acaso, ¿todos
vimos la misma cosa? Algunos habrán visto un cubo en perspectiva desde arriba,
otros lo habrán visto, pero desde abajo. Algunos sólo verán líneas, otros,
alguna figura parecida a las de su cotidianidad; por ejemplo: un cubo de hielo
o de azúcar, alguna caja o cajón, una estructura de alambre, una pecera, entre
muchas otras posibilidades...
Por: Rodolfo Wenger C.
[1] GRUZINSKI, Serge. (1990) La guerre des images; de Christophe Colomb a
"Blade Runner" (1492-2019). París: Arthème-Fayard, p.13, (la traducción y el
resaltado son nuestros).
[2] MARTÍNEZ M., Miguel. (1997). El
paradigma emergente; hacia una
nueva teoría de la racionalidad científica. México: Trillas, p.33.
[3] Esta caracterización
y algunas ideas claves están basadas en gran parte en los planteamientos presentados en: WATZLAWICK, Paul (1994).El lenguaje del
cambio. Nuevas técnica de la comunicación terapéutica. Barcelona: Herder.
[4] MARTÍNEZ M., Miguel. (1996). Comportamiento
humano. Nuevos métodos de investigación. México: Trillas, pp.46-47.