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La estética como re-partición de lo sensible

El filósofo Jacques Rancière (n. 1940)


Para el filósofo Jacques Rancière (Argel, 1940), la política implica en lo fundamental la división de lo sensible, y más específicamente la reconfiguración de la división de lo sensible, en tanto introduce sujetos y objetos nuevos, hace visible aquello que no lo era, permite escuchar como a seres dotados de la palabra a aquellos que no eran considerados sino como animales ruidosos. 

Se trata de una dinámica necesaria en toda sociedad verdaderamente democrática, que más que consensos produce disensos y constituye lo que se puede denominar una estética de la política. 

De esta manera lo sensible, como categoría fundamental de la estética, no estaría relacionado exclusivamente con el mundo del arte sino también con el mundo en general: político y social, porque implica un conjunto de realidades que afectan nuestra percepción cotidiana.

La política es estética para Rancière pues tiene que ver directamente con la configuración del sensible común. Es precisamente esta idea de estética la que permite comprender el sentido que da el filósofo francés a la política y la noción clave de disenso sobre la que se erige. 

Afirma Rancière en su libro La partición de lo sensible. Estética y política:

Esta estética no se debe entender en el sentido de una toma perversa de la política por una voluntad del arte, por el pensamiento del pueblo como obra de arte. Si nos adherimos a la analogía, podemos comprenderla más bien en un sentido kantiano –eventualmente revisitado por Foucault–, como el sistema de formas a priori que determina aquello que se da a sentir. Es una partición de los tiempos y los espacios, de lo visible y lo invisible, de la palabra y del ruido que definen a la vez el lugar y la apuesta de la política como forma de experiencia. La política se apoya sobre aquello que se ve y aquello que se puede decir, sobre quién tiene la competencia para ver y la cualidad para decir, sobre las propiedades de los espacios y los posibles de los tiempos. (Rancière, 2000, p. 13-14).

Para Rancière la partición de lo sensible se relaciona con el espacio-tiempo en el que determinados cuerpos se encuentran en comunidad. La manera como en un determinado contexto social aparece la aiesthesis, la dimensión sensible, que puede ser planteada y asumida en términos kantianos, pero curiosamente no a partir del Kant “estético” de La Crítica del Juicio (1790), es decir, no remitido a un asunto del arte o del discurso estético que surgió en el siglo XVIII sino más bien con el Kant de La Crítica de la razón pura (1781), en la que concibe la estética trascendental en términos de formas a priori de la sensibilidad que son para él: el espacio y el tiempo. 

Recordemos que para Kant, el origen del conocimiento se divide en la sensibilidad y el entendimiento; a través de la sensibilidad, es cómo nos son dados los objetos, mientras que a través del entendimiento es cómo podemos pensar dichos objetos. Dentro de su Estética Trascendental que desarrolla en la primera parte de su primera crítica se analizan los elementos a priori del conocimiento sensible, es decir, la parte del conocimiento que se refiere a su aspecto sensible. Considerar al espacio y al tiempo como las formas a priori de la sensibilidad supone entender que no son formas inherentes a los objetos, sino al sujeto que los conoce. Kant señala que dado que no es posible conocer las cosas en sí, se tiene que asumir que es el sujeto en el acto de conocimiento y bajo su percepción, quien conoce los objetos en cuanto fenómenos, lo que significa en cuanto ellos aparecen como fenómenos. El conocimiento humano es, por tanto, un conocimiento limitado de fenómenos y más allá de ellos, dice Kant, no nos es posible conocer.   

Ahora bien, dado que Kant entiende la aiesthesis como formas a priori de la sensibilidad, es necesario resaltar que existe una distancia en la manera en que Kant piensa el espacio-tiempo como experiencia sensible y como formas de presentación de los objetos del conocimiento, y la manera en que Rancière apropia estos conceptos  (Cfr. González, 2009, pp.31-33). Podemos decir –un poco para simplificar- que Rancière retoma el concepto de estética entendido como formas de configuración del espacio político y no se refiere a un conocimiento posible sino a la configuración de nuestro lugar en la sociedad, es decir, a las formas de distribución de lo común y lo privado, que implican la asignación de alguien dentro de lo común o su parte como parte de una comunidad. Rancière (2000). Por lo tanto su investigación, que es tanto histórica como política, tiene que ver con esa dimensión estética de la experiencia política (Cfr. Rancière, 2000, p. 13-25). 

Rancière en La Nuit des prolétaires (1981) muestra cómo sucede esta comprensión de la aiesthesis como espacio político. En este trabajo subraya el nacimiento del movimiento obrero hacia 1830 en Francia entendido como un movimiento estético. Es decir, aborda de qué manera el surgimiento del movimiento obrero reconfigura las particiones del tiempo y del espacio en las cuales la práctica del trabajo es desarrollada. Estas particiones, a su vez, cambiaron toda la configuración de las relaciones del trabajo, dado que fue posible localizar un tiempo alternado entre trabajo y ocio, y también se ganó una forma de visibilidad de aquello que hasta el momento no era visibilizado dentro del espacio público y que por tanto permanecía como algo invisible. Al tiempo que se logró la reconfiguración del lugar del cuerpo y la evaluación de sus capacidades e incapacidades, fue posible, además, evidenciar la voz del trabajador que hasta el momento no había tenido lugar. Una voz que podía expresar su experiencia como una experiencia común a través de una argumentación ahora pública, la voz del obrero (Rancière, 2005, p. 13). 

En ese sentido hay un testimonio que menciona Rancière en El desacuerdo acerca del proceso en contra del revolucionario Auguste Blanqui en 1832, que quizás pueda aclarar lo que estamos abordando acerca del disenso y su relación con la aisthesis:

Al solicitarle el presidente del tribunal que indique su profesión, respondió simplemente: “proletario”. Respuesta ante la cual el Presidente objeta de inmediato: “Esa no es una profesión”, sin perjuicio de escuchar enseguida la réplica del acusado: “Es la profesión de treinta millones de franceses que viven de su trabajo y que están privados de derechos políticos”. A consecuencia de lo cual el Presidente acepta que el escribano anote esta nueva “profesión”. En esas réplicas puede resumirse todo el conflicto de la política y la policía. En él, todo obedece a la doble aceptación de la palabra, profesión. Para el procurador, que encarna la lógica policial, profesión quiere decir oficio: la actividad que pone un cuerpo en su lugar y su función. Ahora bien, es evidente que el proletario no designa ningún oficio (…) pero, como político revolucionario, Blanqui da a la misma palabra otra acepción: una profesión es un reconocimiento, una declaración de pertenencia a un colectivo” (Rancière, 1996, p. 54-55).

Con ello, se ponen en evidencia dos lógicas diversas que se contraponen y sobre las que se estructura el signo mismo, objetivado en la expresión profesión: la lógica rígidamente codificada de la partición policial de lo sensible, por un lado, y la necesidad emergente de un sujeto que reclama la voz, por otra. Así se abre camino la idea de la reconfiguración del espacio, pero a partir de un disenso. En este caso, el procurador y revolucionario distan –en un sentido semiótico–, pues revelan la inestabilidad del signo y la preocupación policial por la reiteración del código dominante. En el momento de la autodesignación se da una ruptura del código mismo que sostiene la partición policial de lo sensible y se da origen al disenso, pues el conflicto aquí no tiene que ver con la mayor o menor cercanía de los modos de percepción, sino con una disonancia fuerte que, en el re-clamo del propio nombre, hace surgir el disenso y abre la evidencia de una necesaria re-partición de lo sensible. (Cfr. Roncallo, p.114).


Por: Rodolfo Wenger C.






Referencias:

Arcos-Palma, Ricardo (2009). “La estética y su dimensión política según Jacques Rancière”. Revista Nómadas, Núm. 31, octubre 2009, pp. 139-155, Bogotá, Universidad Central.


Gónzalez Vásquez, Angélica (2009). “Arte y política: la estética de Jacques Rancière”. Trabajo de Grado de Maestría de Filosofía. Bogotá, Universidad Javeriana. 

Rancière, Jacques (1996). El desacuerdo. Política y filosofía. Buenos Aires, Nueva Visión.

—— (2000). Le partage du sensible. Esthétique et politique. Paris, La Fabrique.

—— (2005), Sobre políticas estéticas. Barcelona, Museo d’Art Contemporani de Barcelona y Servei de Publicacions de la Universitat Autònoma de Barcelona.

____ (2011) El malestar en la estética.  Buenos Aires, Capital intelectual. (2004, Malaise dans l’esthétique. Paris, Galilée).

Roncallo Dow, Sergio (2008). “Por una re-partición de lo sensible: disensos y aperturas de nuevos espacios. Una lectura de la estética y la política en J. Rancière”. Revista Signo y Pensamiento, Núm. 53 , volumen XXVII •julio - diciembre 2008, pp. 104-127. Bogotá, Universidad Javeriana.





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