Una figura humana permanece inmóvil en medio del cuadro, al borde de un estanque lleno de agua. El estanque funciona como un espejo que refleja la figura, duplicándola. Súbitamente el hombre se arroja al agua, su cuerpo queda suspendido en el aire para luego caer en las profundidades y desaparecer. Hasta allí el reflejo acompaña la acción, pero más tarde cobra vida propia, la acción continúa bajo el agua sin una correspondencia con el exterior.
En cierto sentido, estaba intentando aludir a la noción original del bautismo -un proceso de limpieza, purificación, y la idea de abrirse paso atravesando la ilusión. El agua es un símbolo muy potente y muy evidente de purificación, y también de nacimiento, renacimiento, incluso de muerte. Venimos del agua y en cierto sentido, al morir, regresamos deslizándonos a su masa indiferenciada. ("La sculpture du temps". Entrevista a Bill Viola por Raymond Bellour. Cahiers du cinéma, nº 379, enero de 1986, p.38).
(The Reflecting Pool, 1977-79, color, 7 minutos)
Para Marie Luise Syring es "[...] una experiencia mística en forma de parábola". Una pequeña joya del videoarte de siete minutos de duración, producida en la temprana etapa del artista, cuando tenía 25 años, como Orson Welles al realizar El ciudadano Kane.
Tiene una afinidad con el impresionismo donde todo lo sólido se disuelve en el aire, en una captación temporal del instante que pasa. El hombre y la naturaleza, íntimamente confundidos, sus secretas relaciones, movedizas e inquietantes, en un clima de panteísmo luminoso, calmo y sensorial, súbitamente alterado (en un efecto tan genial como perturbador), como una revelación, para emerger, incontaminado, en una suerte de bautismo, al mundo y a la vida.